La ciudad se vio invadida por las ratas. No eran la excepción, media Europa sufría el flagelo de las ratas. Pensaban una y mil soluciones, y sólo quienes hayan visto lo tenaces y audaces que pueden ser estos roedores pueden comprender este hecho. Se presentó ante el alcalde y sus ayudantes un hombre flaco, rubio, de ojos celestes, pero lo que les llamó la atención fue su atuendo; un llamativo traje y capa hecho a rombos, amarillo, negro y rojo. Su única arma era una flauta. Prometió quitar las ratas de la ciudad, acordando previamente un pago. Puso manos a la obra, cumplió su palabra. No quedó en la ciudad ni un sólo roedor. Sin embargo, al reclamar su pago, se encontró con el desdén del alcalde y la gente. Hameln olvidó el día que aquel hombre se llevó las ratas, apenas recordaba su atuendo, pero no olvidó jamás cuándo regresó: El 26 de junio de 1284, un domingo, como hoy. Tampoco olvidó su atuendo aquel domingo: Vestía de cazador, con un sombrero rojo. Cuenta la leyenda que entró por la calle principal de la ciudad. La mayoría de la gente estaba en la iglesia. Empezó a tocar su instrumento, y un estruendo se oyó por toda la cuidad: Grupitos de cuatro y cinco niños, muchos grupitos, tomados de la mano, salían al encuentro del flautista. Éste los guió fuera de la ciudad, y se los llevó consigo, ante la mirada atónita e impotente de los ciudadanos. Hameln perdía una generación entera, precio de su arrogancia y avaricia.
Cuenta la historia, que en la iglesia de Hameln había un vitral, mostrando al flautista y a los niños siguiéndolo, vestidos de blanco, y una inscripción: "En el año 1284, en el dia de Juan y Pablo, era el 26 de junio, 130 niños de Hamelin fueron llevados por mal camino por un flautista vestido de toda clase de colores y se perdieron..."
Tiempo después. se tomó como costumbre acompañar todos los decretos locales de la siguiente forma: "En el año de nuestro Señor de 1350, y 66 que nuestros niños se fueron..." Hameln recordaría para siempre al flautista. De hecho, hoy en día, hay una calle, llamada Bungelosen Strasse ("La calle sin sonidos"), en la cual está prohibido tocar un instrumento u oír música. Si una procesión o desfile debe cruzarla, al llegar a ella, debe parar la música, pudiendo continuar una vez cruzada esta calle. Cuenta la leyenda que fue por esta calle por donde desfilaron los niños al irse de la ciudad tras el flautista. Hoy la leyenda forma parte del folklore y turismo de Hameln. Pero tras esta leyenda, como de otras tantas, se esconde un hecho real.
En el próximo artículo lo comentamos, hoy ya es tarde.
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