Sentía todo el cuerpo dolorido. Aún retumbaba en sus oídos el tronar del último golpe, aquel destello de energía que lo envolvió de lleno y arrojó tan lejos. Las nubes de polvo atestiguaban la magnitud de aquel ataque. Los últimos destellos de energía se desvanecían en estas nubes bajo la forma de un brillo eléctrico, cual relampagueo antes de una tormenta. Había sido fulminante. No sólo aquel ataque físico, sino el previo. Sí, el anterior fue el que más dolió, pues fue un golpe directo a una debilidad psicológica. Lo hizo ver su peor pesadilla, vivir por un instante lo que más temía. Sentirse en un instante todos los miedos que lo acompañaron toda la vida. Tal vez allí estuvo su error. Tal vez en ese afán de eliminarlo con un ataque terminal, combinado...
Apenas recuperaba la conciencia. Movió sus manos, tocando la tierra suelta, donde había golpeado su cuerpo el suelo. Apretó los párpados antes de abrirlos. El enemigo ya se retiraba, como seguro de su victoria. Resopló. El otro se detuvo, sin voltear.
Lentamente apoyó sus manos en el piso, y empezó a levantarse. Aún seguía mareado, perturbado por lo que había visto en aquella ilusión que le provocó el golpe psicológico. Pero a pesar de ello, había conseguido ver a través de aquella ilusión. Sí, lo había afectado. Pero ahora sabía la forma de repelerla. Se puso de pie, tambaleante, pero consiguió mantener el equilibrio. El otro se dio vuelta. Sus ojos estaban abiertos, enormes por la sorpresa. ¿Cómo era posible? ¿Cómo podía seguir vivo? ¿Cómo podía mantenerse de pie después de recibir su mejor ataque?.
Se puso de pie. Limpió la tierra de su cuerpo. Su armadura estaba golpeada y sucia. La limpió con el dorso de su mano. Dirigió su mirada a su oponente, que aún no salía de su sorpresa.
Aún dolorido, le dedico una mirada desafiante.
-"¿Esto es todo? ¿Es lo mejor que tienes?"
El otro no salía de su asombro. Decidió no continuar el combate. De un salto hacia atrás, se perdió entre la oscuridad, entre la niebla y las nubes de polvo. Desapareció de su vista.
Casi cayó. Apoyó una rodilla en el suelo mientras cerraba los ojos. El otro volvería. No tenía códigos, no atacaba de frente, y era capaz de golpear la misma alma, usar los temores propios como un arma. Debía estar preparado. Sabía esto, y aún así...
-"Tonto de mí", pensó. "Debí haberlo sabido."
Era la segunda vez que pasaba. Se juró que no habría una tercera.
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