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martes, 1 de abril de 2014

La de "No estoy solo..."





"Y siguieron viniendo a él todos sus hermanos y todas sus hermanas y todos los que antes lo habían conocido, y empezaron a comer pan con él en su casa y a condolerse de él y a consolarlo por toda la calamidad que Jehová había dejado venir sobre él; y procedieron a darle, cada cual, una pieza de moneda y, cada cual, un anillo de oro." (Job 42:11)

El abrazo de un amigo mientras me pide perdón por su ausencia. El mensaje de una hermana del alma animándome a recuperarme y diciendo que cree que lo puedo hacer. Otra amiga del alma que llega de la nada y me anima a reponerme, que está en una situación igual y no ha claudicado aún. "Si yo te quiero con tus errores, ¿imaginate Jehová, Fer?" fueron sus palabras
. Ella es más débil que yo. Si ella puede... yo también puedo. Cada una de sus palabras, cada uno de sus abrazos, es ánimo y aliento para mi espíritu. Me hace sentir que lo peor ya pasó. Que la prueba terminó. No sé el resultado. Sólo sé lo que tengo que hacer. O tal vez lo que haga de aquí en más sea el resultado. Una vez comparaban los malos momentos con el agua hirviendo y el efecto que tenía en algunas cosas. Un huevo en agua hirviendo cambió, se volvió duro. Una zanahoria en agua hirviendo cambió, se volvió blanda. Lo mismo una papa. No obstante, el café cambió el agua. Cambió la naturaleza de la prueba. ¿De qué estoy hecho? Eso está por probarse. Si algo me quedó claro, es un por qué. Por qué a pesar de sentirme derrotado, el enemigo seguía golpeándome. Por qué, a pesar de estar fuera de combate, seguía sintiendo que me pegaba. Sí, es un cobarde que le gusta patear a la gente mientras está en el piso, de eso no hay duda. Pero hay otra gran verdad: No tiene miedo. Es más fuerte que nosotros, sí. Pero no teme lo que somos: Teme lo que podemos hacer. Y si de algo me di cuenta, fue que no consiguió quebrar mi espíritu. Mi decisión. Mi firmeza. Pude haber flaqueado, pero estoy entero. Lo demás, es daño externo y ya habrá tiempo de repararlo. Pero aquí sigo. Y no estoy solo. Mis hermanos, mis hermanas, todos los que quiero y por quienes daría mi vida, están aquí ahora. Cada palabra de ánimo es "una pieza de moneda", "un anillo de oro" que atesoro en lo más hondo de mi corazón. Mi deseo es recuperarme, y volver a "pelear la excelente pelea" al lado de ustedes, como lo estábamos haciendo. Falta poco, muchachos, cada día menos. Ya estaré listo, y diestro de nuevo a su lado.

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