Siguen los días grises. Mayo nos va a dejar pero bien empapados. Hay días como éstos en que se me da por caminar. Me gusta mucho caminar bajo la lluvia. Y de vez en cuando... cierro el paraguas, los ojos y levanto la cara al cielo. Sí, tengo esas locuras también. Las tenía de muchacho, las sigo teniendo ahora. Es mediodía. Camino de regreso a casa, y paso por una de las dos plazas que hay en el trayecto. Me siento en uno de los bancos, bajo unos árboles. Dejo la mochila a un lado, el paraguas cerrado del otro. No hay gente donde estoy, están todos en los refugios o en la parada de ómnibus. (Sí, soy loco, pero trato de que poca gente se entere, viste cómo es, ¿no?). La voz, que hace años no oía, y conocida por demás, me saca del mundo imaginario en el que suelo sumergirme.
- "Hay costumbres que no cambian.".
Sonrío con los ojos cerrados.
- "Bueno, ¿me vas a decir la hora por lo menos?"
Abro los ojos, me levanto y le doy un abrazo en el que se descargaron cinco años de ausencia.
-"¿Cómo estás?"
- Bien. Muy bien.
Pero algo pasa. Hay algo. Tal vez sea ese algo que la distancia les hace a las amistades. Dicen que la amistad "es como una flor, que con cuidado, constancia y dedicación, crece". ¿Y esos amigos con quienes por A o B razón no te ves por 1 mes, 10 meses, 1 año o 5 años? ¿Con quienes no cruzaste más que un mail, o mensaje? ¿Por qué las amistades se enfrían?
- "Contame, ¿cómo va tu vida?. La última vez que hablamos estabas con unos problemitas.". Aludía a un problema personal en especial. Ella se había peleado con su novio, me buscó por apoyo y yo cometí la estupidez de entrometerme. Hablé con el tipo, pero no volvió con ella. Era un cretino. Pero ese no fue el problema. El problema fue que mi esposa encontró mi MSN abierto con la conversación en la que ella me llamaba para hablar y me armó flor de berrinche por eso. De nada sirvieron las explicaciones. De nada sirvió que Delia se ofreciera a hablar con ella y aclarar la situación. En fin...
Le conté la verdad a medias. Le conté que todo iba bien, estable. No tan bien como quisiera, pero bien. Desvié el tema una y mil veces. Se dio cuenta. No es tonta. Me llama por mis dos nombres (¿Por qué mis amigos usan mis dos nombres cuando se molestan conmigo?).
- "Entiendo que no es el lugar ni el momento. Esto lo tenemos que hablar."
- "No, ni falta hace. No tiene sentido."
- "Sí, y mucho. Tal día voy a estar de nuevo en Salto. Espero que estés en la terminal esperándome."
Vio mi sorpresa. Se puso de pie. Yo también. Me abrazó y me dio un largo beso en la mejilla.
- "No vas a pasar por esto solo. Nos vemos." dijo.
Me quedé parado bajo la llovizna. Ella dio unos cuantos pasos, miró atrás, sonrió mientras saludaba con la mano, y se perdió entre la gente con su paraguas oscuro.
Yo me quedé como un idiota bajo la lluvia. La mochila en una mano, el paraguas cerrado en la otra, y la llovizna cayéndome en la cabeza. Traté de ser hipócrita y no me salió. Me sentí un total idiota. Pero en fin... esto es un "Diario de una idiotez."... ¿cierto?.
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