martes, 11 de marzo de 2014
La de "Sigo aquí".
Dicen que la determinación es la más grande cualidad que tenemos los humanos. Que si estamos determinados a algo, a lograr algo, a conseguir algo, no hay fuerza que nos pueda frenar. Bueno, sí la hay, pero que la determinación es grande, es así. Esta cualidad dio lugar a múltiples series, dibujos animados que nos acompañaron en la niñez y marcaron la manera de ser de muchos de nosotros: "Aún cuando todo parezca perdido, siempre, siempre levántate y pelea por lo que crees." Series como Saint Seiya... y no se me ocurre otra ahora, lo muestran. El dejar todo por un ideal, por una amistad, por un amor... son temas corrientes en estas series. A veces un personaje debe salir de escena varios capítulos (como Ikki, mi favorito) por estar muy malherido, por esa vez que el bobeta del héroe quiso luchar contra alguien más fuerte y hubo que salvarlo, para regresar varios capítulos más adelante, sano y nuevecito, a luchar al lado de sus amigos por la justicia. Creo que es mi turno de retirarme a "reparación". Un poco por acción del enemigo, un poco más por estupidez propia. A veces necesitamos ese tiempo para hacer retrospectiva, para entrar en razón, para poner en su lugar cada pieza de tu vida. Pero con un fin. El mismo fin de siempre: pelear por lo que creés. Por tus amigos, por lo que amás. Por aquella que amás. El tiempo dirá en qué capítulo te toque entrar en escena de nuevo, pero no podés arruinarlo entrando antes de tiempo. Podrías entrar en escena no tan curado y el oponente podría eliminarte, tal vez para el resto de la serie. No sé cuánto tiempo tome esto. Despertar un día de una enfermedad y ver a un familiar a tu lado, dormir, despertar de nuevo y ver a otro diferente. Sentir que los días pasaron por tu barba. No saber si es de noche o es de día. Mirar tu celular y ver quiénes te desearon una pronta recuperación. Y saber quiénes estuvieron a tu lado mientras estabas inconsciente por la fiebre... hay mucho en qué pensar. Mucho en qué meditar. Mucho qué replantear. Cambiar la forma de encarar las cosas. Pero el fin, y el propósito no cambiaron. Solía soñar con un jardín, un viejo jardín. Con plantas y estatuas. Y en una pared, en una especie de nicho, tras una reja, una armadura, sosteniendo una espada con las palmas hacia arriba. Soñaba que caminaba hacia ella. Soñaba que teníamos historia, que habíamos peleado mucho juntos. La espada no había perdido su filo, ni la armadura su brillo plateado. Soñaba que sabía que debía usarla, y volver al lado de los míos. Portar aquel estandarte que con orgullo portamos juntos. Sí. Por todos ellos. Pronto estaré con ustedes. Pronto estaré fuerte, vestiré mi vieja armadura y blandiré esa espada. Defenderemos ese estandarte juntos, como tantas veces lo hicimos. Mis compañeros, mis amigos... mis hermanos. Pronto estaré con ustedes. Porque a pesar de todo lo vivido, lo pasado... el enemigo falló en algo: Yo sigo aquí. Mi espíritu no está quebrado.
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