sábado, 18 de mayo de 2013
La de "Diario de una idiotez." Finales de otoño...
Lo de diario fue algo simbólico. No tengo tiempo para escribir todos los días, y honestamente no conozco a nadie que vaya a leer este descargo. Por eso me animé a escribirlo. En fin. De a poquito iré contándoles. Estos días de finales de otoño se prestan para reflexionar y mucho. Acabo de salir del instituto en el que trabajo. Despedidas. Deseos de buen fin de semana. Rutina. Camino por la acera rumbo al estacionamiento. El viento frío del sur se hace sentir, y habla a las claras a todo el que quiera oírlo: El otoño se termina. El invierno está en ciernes. Son apenas siete y cinco de la tarde, pero ya está oscuro. Casi no hay gente en las calles. La actividad en la ciudad se reduce notablemente, casi que junto con la temperatura. Los árboles, unos fresnos plantados que brindan una generosa sombra en verano, están casi sin hojas. Llego a la esquina y el viento se hace notar aún más. Veo una mamá que lleva a su hijita de la mano rumbo a su casa. Llego hasta el auto. La puerta al cerrarse me desconecta del mundo exterior, y me sumerge en un cálido ambiente. Dejo la mochila a un costado. La música me relaja en tanto tomo un trayecto distinto para volver: La costa. No sé cómo será la rambla en tu ciudad, pero acá es una calle muy bonita, con un entorno que cambia a cada tramo, en cada sector. Hay un sendero para caminar entre la calle y el río. Ese sendero sigue todo a lo largo por varios kilómetros. Cruza una zona de eucaliptos, donde hay muchos parrilleros, mesas y bancos que en las tardes de verano son el deleite de la gente. Se prestan para hacer asados, o simplemente merendar en familia, o pareja. Llovizna. Era sabido. El jueves por la noche se notó que iba a ser una noche fría, helada. Me bajo en un sector en el que se cruza la ruta de la costa con una avenida. Camino hasta el borde del terraplén amurallado que separa la zona de camping con la playa. El cielo está gris. Oscuro. De metal. El viento sopla fuerte. Súbitamente, en mi mente el paisaje empieza a cambiar. Empiezo a recordar, y cual si fuera una máquina del tiempo, todo empieza a ir marcha atrás. Esos negocios que están hoy, desaparecen para dar lugar a otros que estaban años atrás. La doble avenida con semáforos deja lugar a una sola señalizada con carteles. Árboles, edificios... todo cambia. Yo mismo estoy cambiando. Pareciera que el viento al despeinarme, se llevara también años de mi vida. Mi pelo se vuelve más oscuro. Las fuerzas vuelven. La vitalidad y las ganas de vivir una vida nueva, en un mundo que se está abriendo ante tus ojos, también. Súbitamente, abro los ojos en mi mente: Es un día soleado, en contraste con la noche gris que comenzó. Mi auto no está ahí. Tengo 19 años otra vez. La ciudad, es la misma que era hace 14 años atrás. Sí, lo recuerdo como si lo estuviera viviendo de nuevo. Respiro, y puedo sentir el perfume a azahar, a jazmín... típicos de mi ciudad. Me llamo David Simone, tengo 19 años, y así, me gustaría empezar a contar esta historia.
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